martes, 16 de octubre de 2018

La Guerra del Gas: la victoria de la nación boliviana sobre la oligarquía chilena y el poder transnacional

- La Guerra del Gas no sólo nos salvó de un enclaustramiento definitivo, del saqueo inmisericorde de nuestro recurso energético y de la inviabilidad como nación, si no nos dio un horizonte nacional que perdura: La Agenda de Octubre que aún está inconclusa y hoy a todas luces se ve que fue traicionada por el régimen plurinacional y la oposición.



Nelson Vila Santos

Puede parecer para muchos una afirmación sacada de contexto, arriesgada y forzada, pero la realidad de los hechos de octubre de 2003, a la luz de la reflexión de la sabiduría popular y de sus intelectuales, durante estos 15 años de la Guerra de Gas, fortalecen esta proposición: La Guerra del Gas es la victoria de la nación boliviana sobre Chile, pero específicamente sobre los planes de la oligarquía mapochina fundida a los intereses transnacionales.  

Esta idea aflora con fuerza tras la catastrófica derrota que los gobernantes bolivianos de ayer y de hoy sufrieron en la Corte Internacional de Justicia (CIJ) frente a Chile. Este hecho nos obliga a preguntarnos: ¿En qué momento de la historia, las clases dominantes salieron victoriosas ante los intereses de la oligarquía chilena y las transnacionales después de la guerra del Pacífico? En concreto, la cancillería chilena se impuso en todo momento, desde el tratado de 1904 hasta la fecha, no pudimos arrancarle ni siquiera un puerto soberano sobre el Pacífico, aunque no debemos desmerecer los esfuerzos aislados de algunos patriotas que consiguieron romper el esquema de la política internacional del país vecino pero con muy poco efecto.

Desde la Guerra del Pacífico hasta hoy, las clases dominantes bolivianas no sólo fueron derrotadas por su ineficacia e inoperancia estratégica, en la capitulación también se destila el ingrediente de la traición para la continuidad del enclaustramiento, e incluso nos debilitemos como nación hasta límites desconocidos.

La derrota ante La Haya hoy tiene al frente un actor fundamental, a los forjadores del Estado Plurinacional (tanto internos como externos) que sin mediar ninguna consideración histórica, social, económica, geopolítica ni científica, embarcaron a los bolivianos en la nave de un falso triunfalismo. Para que la escena mediática tenga credibilidad y reflote el discurso de la unidad nacional, ante un esquema gubernamental que se caía a pedazos entonces y que hoy continúa en ese mismo camino, salieron al rescate los ex gobernantes del periodo neoliberal y sus ex cancilleres, para darle sentido de realidad al discurso de la unidad.

Ellos creyeron o les hicieron creer, entre los crédulos también se incluye al actual Jefe de Estado, que el fallo de la corte sería políticamente correcto y equilibrado, y así podrían reestablecer su maltrecha imagen, retornar al ruedo político-electoral y recobrar la confianza ciudadana que tanto añoran para disfrutar de las mieles del poder. No sucedió. La derrota engulló al viejo esquema de poder neoliberal y a sus herederos, hoy en el poder. Para soslayar esa catastrófica derrota, embarcan hoy a la nación boliviana a un ruedo electoral apresurado, de una forma tan desesperada e improvisada que no consiguen apasionar al pueblo.

Frente a esa demoledora derrota, no sabemos si por ineficiencia o por traición, emerge en la memoria de la ciudadanía la Guerra del Gas pero con una certeza indiscutible: fue la victoria de la nación boliviana sobre los intereses oligárquicos chilenos y transnacionales. El epicentro de ese desigual enfrentamiento por la defensa de la heredad nacional se vivió en la valerosa ciudad de El Alto y luego despertó a todo el país y sus clases medias, que al unísono pidieron la nacionalización del gas, su industrialización, la recreación de la estatal operativa YPFB y el beneficio para los bolivianos de ese preciado energético, ideas reunidas en la denominada Agenda de Octubre.

Con el pueblo alteño al frente a costa de su más preciado bien: La vida, la nación boliviana se opuso con contundencia al proyecto de exportación del gas a México y Estados Unidos por Chile y para la oligarquía chilena y sus aliados extranjeros. Este proyecto tenía la aprobación de la cúpula de los partidos políticos neoliberales de entonces con una sumisión neocolonial, había aceptado al unísono, sin condolerse por el interés y futuro nacional. Asimismo, los cocaleros del Chapare habían llegado a un acuerdo secreto con el gobierno de Sánchez de Lozada: un cato de coca por familia a cambio de permitir la exportación de gas por Chile y no oponerse al saqueo de los recursos naturales.

El proyecto oligárquico-transnacional de Chile era simple y extremadamente rentable: construir un gasoducto desde el chaco boliviano al puerto de Patillos, edificar un monumental proyecto petroquímico, producir energía para las empresas mineras de las cuales era socio el ex líder movimientista y exportar el sobrante a los mercados de México y Estados Unidos.

Ante la oposición de la nación, diseñaron un plan en un “war room” secreto con la previsión, incluso de ensangrentar al país si fuese necesario, éste contó con el apoyo de la cúpula castrense de entonces, a pesar de la advertencia del Consejo Supremo de Seguridad Nacional (COSDENA) que en un informe confidencial aseveraba que permitir el proyecto de la oligarquía chilena frenaría el desarrollo boliviano y la posibilidad de un acceso soberano al pacífico definitivamente.

Las fuerzas armadas y la policía, se dieron a la sangrienta tarea de masacrar a su propio pueblo y favorecer los intereses de las cúpulas de poder de Chile y de las transnacionales. No obstante, La fortaleza telúrica de los dueños del territorio, la nación boliviana, logró frenar ese macabro plan, la vanguardia estaba en la ciudad de El Alto y la nación se unió para defender su preciado recurso, consciente de que era su última oportunidad de desarrollo y con él de salir de la pobreza.

La victoria de la nación boliviana fue doble, no sólo se venció al eterno enemigo externo: La oligarquía chilena y las transnacionales, si no al aliado interno expresado en las cúpulas partidarias de los partidos tradicionales.  

Debemos tomar en cuenta también que de ganar Sánchez de Lozada y sus aliados, no sólo hubiesen puesto un candado doble a la aspiración marítima si no se hubiera creado una muralla infranqueable que nos hubiera alejado definitivamente del proyecto nacional de tener una salida soberana en el Pacífico para vincularnos con el mundo y desarrollar nuestro comercio internacional más allá de las materias primas.

La Guerra del Gas no sólo nos salvó de un enclaustramiento definitivo, del saqueo inmisericorde de nuestro recurso energético y de la inviabilidad como nación, si no nos dio un horizonte nacional que perdura: La Agenda de Octubre que aún está inconclusa y hoy a todas luces se ve que fue traicionada por el régimen plurinacional y la oposición.  

El actual gobierno plurinacional logró momentáneamente desviarnos de ese proyecto nacional, ha usado todos los recursos mediáticos, coercitivos, de cooptación, de división y los más aberrantes para borrar de nuestra mente y del sentir nacional la lucha y defensa por nuestros recursos naturales como el gas y los minerales. Fracasó en su intento junto a sus aliados de la vieja derecha. Hoy el gobierno plurinacional y su oposición funcional, como nuevos detentadores del poder y de la farsa electoral, están en una irreversible crisis interna y la derrota de La Haya les ha llevado a un abismo sin retorno y ha abierto un gran espacio al retorno del espíritu y la acción de la nación boliviana.
      

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