Por Nelson Vila
Santos
La Standard Oil y Guerra del Chaco
A pesar del intento de escritores contemporáneos d distorsionar
la verdad histórica de los hechos, la Guerra del Chaco fue una conflagración
bélica entre Paraguay y Bolivia, los países más pobres de la región, alentada
por los intereses petroleros transnacionales. Por un lado, la poderosa
estadounidense Standard Oil de Rockefeller aliada de la oligarquía boliviana de
entonces, con Salamanca a la Cabeza, pretende asegurarse los yacimientos
petroleros del norte argentino y del descubierto en Bolivia, y está en busca
una vía exportación por el río Paraguay. Por el otro, la República del Paraguay
se opone a esta estrategia, junto a los ganaderos y plantadores argentinos,
apoyándose en la Royal Dutch Shell, empresa símbolo del imperialismo británico.
Sin embargo, la Standard juega a dos bandos para precautelar
sus intereses. Para obtener el beneplácito del Paraguay, en caso de una
victoria de éste, saboteó la defensa de Bolivia, impidiendo la producción de
combustible para aviones, mientras vendía gasolina al Paraguay, mediante un ducto
clandestino, y destruía equipos necesarios para el ejército de Bolivia.
Proceso contra la Standard
El gobierno de Tejada Sorzano inició en 1935 un proceso administrativo
contra la Standard alentada por la presión social. Primero por su prepotencia
ante el ordenamiento legal establecido y por el miedo que infundía su presencia
en el país. Segundo, por su doble juego en la Guerra del Chaco. No tardaron en
aparecer ciudadanos valerosos que fundamentaron sus denuncias contra las
empresas por su violación a la Ley Orgánica del Petróleo y el fraude
sistemático que cometía la empresa contra el Estado boliviano desde el año
1922.
La denuncia más contundente fue formulada en 1926 por
Pompilio Guerrero —jefe del resguardo Aduanero de Fortín Campero (a 25 km. del
campamento de la Standard en Bermejo)— ante el Director General de Aduanas,
William Mac Gowan. Detalló la exportación clandestina de petróleo que hacía la
Standard a la Argentina, pero sus afirmaciones cayeron en saco roto, tanto que
el atropello sólo fue conocido diez años después. El 7 de diciembre de 1935, volvió
a hacer pública sus revelaciones. Este fue el elemento sustantivo que convenció
a Tejada Sorzano, de que la Standard estaba enviando clandestinamente petróleo
a la Argentina, vulnerando los intereses nacionales.
En el gobierno de David Toro, el 13 de marzo de 1937, se
dictó la Resolución Suprema mediante la cual quedaban extinguidas las
concesiones de la Standard Oil y revertidos sus bienes al Estado, en base a la
cláusula décima octava del contrato Richmond Levering and Co, que estipulaba
"que el gobierno podrá declarar la caducidad o rescisión
administrativamente, por defraudación de los intereses fiscales, caducidad que
importa para los capitalistas la pérdida de todos los derechos a los bienes que
tuvieran en el país, los que pasan a propiedad exclusiva del Estado.”
De acuerdo a los documentos de la fecha, la indignación
nacional era impresionante por el grado de traición de la empresa
estadounidense. La misma creyó que podía utilizar los mecanismos de presión
diplomática, apoyo de sus poderosos aliados políticos internos e incluso la
posibilidad de comprar a los miembros de la Corte Suprema de Justicia, pero no
fue así.
También se argumentó que en plena Guerra del Chaco, la Standard
hizo arrojar al río Bermejo una gran cantidad de herramientas de zapa, en
cuanto tuvo noticia de que el Ejército boliviano se las pediría para la defensa
nacional, con el argumento inicuo de que debía ser neutral. Estos delitos eran
más que suficientes para expropiarla y expulsarla.
No obstante de ser demostrados sus delitos e incumplimiento
de contratos, la Standard ya fuera del país logró una indemnización económica
en 1940, apoyada por los gobiernos de Quintanilla y Peñaranda, de 1,7 millones
de dólares.
La nacionalización,
un acontecimiento mundial
La nacionalización de la todopoderosa Standard fue un caso
único. A pesar de la presión, el Presidente F. Delano Roosevelt calmó las iras
y prometió negociar una indemnización, no podía imponer mano dura porque debía
cuidar su patio trasero del avance del nazifascismo.
El país más pobre de Suramérica, con familias devastadas por
la Guerra del Chaco, no se inclinó, le dio un ejemplo al mundo y principalmente
a los países pobres, colonizados y dependientes de entonces, de que la unidad por
la defensa de los recursos naturales hace invencible a las naciones que toman
conciencia colectiva de sus intereses y de su futuro en pos de un proyecto de
liberación nacional.